sábado, 18 de diciembre de 2010

El deber de informar (oculto en algún lugar)

Por Ornella Q.

En la actualidad se puede notar que el trabajo periodístico ha perdido su valor original, la esencia informativa crítica que daba la característica más importante, si no la única, del periodismo. Informar es, o era, el primer mandamiento. Informar para un enriquecimiento democrático. Últimamente el mercado ha ganado terreno en los medios, porque el mercado es el que rige la cultura de masas. Y como consecuencia ha influido en la formación profesional del periodista, de aquel sujeto espejo de la realidad, ya que se modifica su lugar de trabajo. Para mí, esa es la causa de la pérdida de la prioridad de aquel primer mandamiento del que hablaba. El periodismo es manejado por las leyes de mercado.

Para demostrar que hoy sólo reina la empresa en los medios, voy a exponer las razones por las que me resulta visible esta mutación inútil de la verdadera labor periodística, y como ello influye determinantemente en la suposición de informar.

Hoy en día el periodista opera con una mentalidad puesta en los índices de audiencia, priorizando ahora entretener, que en la ecuación da igual a mayor atención de las masas, un mayor alcance del mensaje persuasor que se quiere hacer circular. Siempre hablando de la televisión. Porque la mayoría de la gente se informa por medio de la televisión, y gracias a eso se vuelve en la reina de los medios. El periodismo televisivo es el “monopolio formador de las mentes del público”.

¿Por qué priorizar el entretenimiento? ¿Por qué volver a la noticia un simple espectáculo? Porque ahora la información es mercancía, por ende vehículo de poder. “La información se considera antes que nada como una mercancía, y este carácter predomina ampliamente respecto a la misión fundamental de los media: aclarar y enriquecer el debate democrático”. Y la televisión es una pieza fundamental, indiscutiblemente primaria. A mi entender por la razón de ser el medio más masivo, de mayor y de mejor acceso.

Pero más importante aún, por su capacidad de emitir imágenes. Imágenes que supuestamente me permiten ver la realidad al instante en que ocurren los hechos. En realidad, no es más que una mentira, es solo “artefactualidad”, la realidad producida, montada ficcionalmente. Son sólo partes de un todo inabarcable, que es la realidad.

Pero se lo ve como verdadero porque a través de diferentes mecanismos, invisibles y no tanto, permite crear un efecto de realidad en la audiencia. Justamente por su valor visual, porque si yo veo, comprendo. Si las imágenes que estoy viendo me causan algún tipo de emoción, quiere decir que son verdaderas. “Si la emoción que usted siente viendo el telediario es verdadera, la información es verdadera”.

El periodismo ha caído en el pozo sin fondo de dejarse manejar por la televisión, de dejarse manejar cual títere de trapo por lo que puede generar la televisión. ¿Dónde se encuentra el deber de informar? ¿Por qué queda relegado a un costado? Por una competitividad mediática sin límites hoy en día, a tal punto de desinteresar la cuestión de dar información útil. O sólo dar las noticias que para los periodistas son importantes, justamente esa noticia que lleva a la atracción del público y por ende a la búsqueda de éxito comercial. El periodista se ve asediado por la competencia, claro está entre ellos mismos, traducido en noticias exclusivas que le permitan mostrar algún hecho antes que sus rivales. Porque es así como se ven entre colegas, como rivales en una guerra. Hay una redefinición del rol periodístico.

El principio de selección es ahora el primer mandamiento. Buscar lo espectacular de la realidad, lo que atraiga a los telespectadores. Se busca captar audiencia como si fuera cazar moscas con un papel azucarado arriba de la mesa. Mediante hechos violentos, de crímenes, de maltratos, de gente del espectáculo que nada aporta. Por eso se da la banalización de la información. Porque hay noticias que tienen la capacidad de atraer un gran número de audiencia, entonces se les dedica más tiempo que a otras. Ocurre todo el tiempo. Yo cambio de canal de un noticiero a otro, en cualquier hora del día, aún más en lo canales exclusivos de noticias, y están desarrollando la misma noticia, por ejemplo el tema de los “barrabravas” que tuvieron que volver de Sudáfrica sin poder asistir al mundial, y hasta es probable que con las mismas imágenes y con las mismas palabras extraordinarias. Y es muy probable también que esa noticia no sirva de nada para la audiencia, sí para los medios, recordemos la necesidad de atraer al público. “Impulsadas por la competencia por las cuotas de mercado, las cadenas de televisión recurren cada vez mas a los viejos trucos de los periódicos sensacionalistas y dedican el espacio más importante a la crónica de sucesos y a las noticias deportivas”.

Es un efecto homogeneizante. Es un mimetismo entre todos los medios, y un efecto de “bola de nieve”, donde lo que muestra la televisión sirve de guía para los demás medios, tanto para la prensa escrita como para la radio.

Todo esto me puede ayudar a mostrar cómo hoy la televisión forma, o mejor dicho deforma tanto la labor del periodista, como las mentes del público. Todo está relacionado con el villano mercado.

De todas formas aclaro que el periodista no es un simple observador pasivo, es decir la marioneta inmóvil, en todo este juego de manipulación, o tratamiento de manipulación, y mucho menos una victima. Ya que se ha dejado maniobrar mansamente, y es cómplice de tal causa, (¿acaso por miedo a “extinguirse”?), además de por las leyes del mercado, por lo que la gente quiere ver, quiere escuchar, y quiere opinar con el vecino al día siguiente de ver la noticia, lo que le causó tal noticia. Porque ahora éstas se hacen en referencia a lo que la gente pide, lo que el público desea ver, esto como consecuencia de un alejamiento, una desvinculación con la política, un descreimiento en ella. Es obvio que esto no favorece a la información objetiva.

Ahora bien, volviendo al tema de ver es igual a comprender. Ramonet indica que en realidad no es así como debe darse la ecuación. Adhiero con esta afirmación, porque para poder entender y comprender la profundidad de un hecho se debe acudir a la reflexión. A un análisis critico, un análisis mental si se quiere, para poder vislumbrar el verdadero significado de lo que se está mostrando. Pero el público está dentro de una pasividad provocada justamente por la televisión, y esto se ve claramente hoy en día, que impide crear conciencias críticas sobre lo que ocurre en la realidad. Es un “efecto narcotizante”. La audiencia se encuentra bombardeada por “información”, que termina llevando a un punto de des-información. Porque tanta información que reciben, no la pueden digerir bien, por ende, comprender lo verdadero.

Existe hoy una tendencia a creer que el periodista ya no sirve para nada, que el público no necesita del intermediario periodista, de aquel espejo de la realidad que más arriba mencioné. Que está en vías de extinción, como si fuera un dinosaurio. Extintos en el sentido de su característica principal, llevar los hechos del mundo a la mesa de cada hogar, para cada familia, siendo objetivo en el desarrollo de la noticia, porque esa es su función. En fin, ese primer mandamiento que se debe volver a tomar como principal.

Dejo en claro que el deber de informar está oculto en alguna parte, como jugando a la escondida queriendo ser “descubierto”. Queriendo ser librado de ataduras villanas que pretenden manipular el original valor del periodista.

Entonces hay que permitir una nueva redefinición del rol. Si hubo una redefinición al permitir el arrollador ingreso del mercado a la información masiva, debe haber una vuelta de tuerca que nos lleve a los orígenes esenciales del periodismo, al valor democrático de la información, la emisión de muchas voces, tanto diferentes como iguales, que puedan fundamentar su postura. En mi opinión, es la solución más adecuada, si no la única, que se puede encontrar. Hay que decir piedra libre al deber de informar, volver a entronizarla.

28 de julio 2010

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